Amores ciegos, sordos y… tarugos

 

Todos saben que el amor es ciego

¿Cuántos y por cuánto tiempo solaparon a Maciel?

En política no hay sorpresas, sino sorprendidos

Todos saben que el amor es ciego. Pero pocos quieren reconocer que los amores religiosos y políticos, son ciegos, sordos y… tarugos.

¿Cuántos jerarcas católicos —de México y Roma—, cuántos hombres de empresa, poderosos políticos y católicos de a pie cerraron los ojos y los oídos durante décadas —a extremos de estupidez—, ante evidencias claras de que Marcial Maciel no sólo era un pederasta, sino un perverso que con su triple vida causó uno de los más graves daños a la institución católica?

El aplastante poder jerárquico, político y económico de Maciel volvió ciegos, sordos y estúpidos a muchos durante muchos años, quienes no sólo no se atrevieron a abrir los ojos, sino que combatieron con todo a los críticos de Maciel. Hoy el papa Benedicto XVI y toda la institución vaticana reconocieron en Maciel a la más parecida encarnación diabólica.

Qué bueno que luego de décadas y abundantes denuncias, el Papa, el Vaticano y la Iglesia mexicana llegan a la verdad en torno a Maciel. Llegan tarde —sin duda—, pero reconocer la verdad no los exonera de preguntas fundamentales. ¿De verdad hasta hoy se enteraron de quién era Maciel? ¿Cuántos, y por cuánto tiempo, solaparon a Maciel? ¿Nadie va a castigar a esa podrida estructura que permitió que Maciel fuera llevado casi a la santidad?

¿Y LA PORQUERÍA POLÍTICA?

Se podrían entender ceguera, sordera y estupidez en algunos que se negaron a ver quién era Marcial Maciel. Al final, la doctrina de las denominaciones religiosas es eso, actos de fe. Pero en política, resulta lo más parecido a los pecados de soberbia y estupidez convertir en actos de fe los procesos electorales o de acceso al poder, y el ejercicio mismo del poder. Más aún, el refranero del poder es rico en expresiones que lo explican.

Dice el clásico: “En política no hay sorpresas, sino sorprendidos”. Viene a cuento, porque abundan los sorprendidos de que las alianzas electorales entre PAN, PRD, PT y Convergencia van directo al fracaso. Más aún, algunos argumentan tres razones fundamentales para ese fracaso; porque el PRI es una maquinaria inagotable de producir votos, porque el PT y Beto Anaya son un puñado de traidores y vividores de la política, y porque AMLO resultó ser —en la lógica de las alianzas fracasadas—, un político miope. Nada queda del olfato político que ayer todos le reconocían.

Igual que en el caso de Maciel, las preguntas obligan. ¿De verdad, nadie sabía quiénes son Alberto Anaya y su claque de vividores del PT? ¿De verdad nadie sabía quién es Andrés Manuel López Obrador, a la hora de tomar decisiones de poder? ¿De verdad nadie sabía quién es el PRI en los estados y cómo se las gasta para mantener el poder?

Vale recordar que la política, los procesos electorales y la lucha por el poder, son algunas de las actividades humanas en donde las reglas fundamentales son —en la práctica cotidiana—, el individualismo, la traición, la inmoralidad y el engaño. Frente a esa realidad, resulta un pecado de soberbia, y hasta de estupidez, convertir a la política, los procesos electorales, la disputa del poder y el ejercicio del gobierno, en actos de fe. ¿Por qué? Porque lo que está en juego en los procesos electorales es justo el poder; sea político, económico o social.

FRACASO CULTURAL DE IZQUIERDA

Frente a todo lo anterior tiene mayor sentido la interrogante. ¿Por qué razón, políticos profesionales, periodistas experimentados y ciudadanos de a pie, hoy se dicen decepcionados y engañados del fracaso de las alianzas entre PAN, PRD, PT y Convergencia, para sacar al PRI del poder en estados como Oaxaca, Durango, Puebla…?

Se puede argumentar largo, pero por increíble que resulte, son muchos los indicios de que los políticos profesionales, periodistas experimentados y ciudadanos de a pie se niegan a ver que el sistema de partidos —y su geometría ideológica— terminaron en grosero fraude a los ciudadanos y electores. ¿Cuál es hoy la diferencia entre la derecha, la izquierda y el centro ideológicos? O si se quiere: ¿cuál es la diferencia entre PAN, PRD y PRI? Está claro que no existe diferencia. Más aún, junto con PT, Convergencia, PVEM y Panal, son la misma porquería.

Esa gran farsa que hoy identificamos como sistema de partidos, nos dice que se juntarán la derecha y la izquierda, para sacar del poder al PRI, en realidad el mensaje que mandan es que asistimos a una vulgar lucha del poder por el poder, más que a una pelea ideológica.

Y en esa lucha, muchos mexicanos prefieren “malo por conocido que bueno por conocer”. Es decir, prefieren al PRI corrupto, nada democrático y transa —pero aparentemente efectivo—, que al PAN y al PRD corruptos, nada democráticos, transas y probadamente ineficientes. En pocas palabras, que asistimos al fracaso cultural de la izquierda y la derecha.

EL CASO HIDALGO

El caso de Hidalgo resulta emblemático. Cuando se anunció que se juntarían el PAN y PRD, además del PT y Convergencia, para echar del poder al PRI, muchos dijimos que esa y otras alianzas no eran más que vulgares peleas del poder por el poder. ¿Por qué? Porque lo peor del PRI no es lo que gobierna en Oaxaca, Hidalgo y otras entidades del país. No, lo peor del tricolor se fue al PRD, al PT, a Convergencia, al Panal y al Partido Verde. A esa escoria del PRI le lavaron la cara con las aguas del caudaloso río de la izquierda, el moderno Jordán.

Para la candidata Xóchitl Gálvez y sus amigos, el PT, Beto Anaya y Andrés Manuel Lopez Obrador eran buenos mientras la apoyaban, son basura, una porquería, cuando ya no la apoyan. ¿Por qué? Cuando el estiércol sirve a alguien, lo traga a puños, sin chistar. Cuando no, lo vomita. La cultura de los demócratas. Y luego se llaman a sorpresa.

EL UNIVERSAL: RICARDO ALEMAN