SOCIEDAD BIPOLAR Y FUTBOLERA

 

MARCO ANTONIO MOYA MARTINEZ

La sociedad mexicana se encuentra en una peligrosa fragilidad sicológica. Sus pasiones se mueven en los extremos de los comportamientos irracionales: pasa de la euforia a la depresión, del enojo a la alegría. La bipolaridad social a nivel de masas podría estar incubando alguna explosión sicológica fuera de control.
El caso del fútbol es un ejemplo. La victoria en pasado campeonato mundial de Alemania en la era Lavolpe, en el primer partido contra Irán encendió los ánimos y perfiló, como expresión de la bipolaridad, la posibilidad de que México pudiera ganar el campeonato mundial de fútbol. Un comercial de televisión de una línea aérea giro en torno justamente de esas posibilidades: bastaba con desearlo para que México pudiera cristalizar el sueño de ganar el campeonato del mundo de fútbol.
De un día para otro los futbolistas se convirtieron en héroes. Aun aquellos despreciados por especialistas y por la crítica. Aun con sus defectos en la técnica del fútbol. Bastó una victoria para enardecer a las masas. De ahí hacia delante, el camino estaría despejado. Bastaba con soñarlo. Era suficiente con creerlo. De nueva cuenta había una comunión con la selección de fútbol. Hasta los candidatos presidenciales de ese entonces se montaron sobre el triunfo de la selección.
Angola era, decían, pan comido. Las apuestas giraban en torno a una victoria de 3 a 0. De nada sirvieron los señalamientos de que Portugal, un equipo muy europeo y con algún campeonato internacional, no había podido con el país africano de la hoz y el martillo estilizado como escudo. Nadie pensó en el empate. Ninguno se imaginó la derrota. Iba a ser goleada.
Perdimos y El resultado fue un balde de agua fría. De la euforia se pasó a la depresión. Somos, comenzaron a decir, un pueblo derrotado. No podemos. En charlas sociales volvió a salir el apelativo de «ratoncitos verdes». Algunos dijeron que los jugadores de la selección deberían hacerle como el entrenador Javier Aguirre, quien ante el fracaso como director técnico de la selección hace seis años decidió ya no regresar a México y se quedó en España. Lo curioso es que ahí ha sido un buen entrenador.
Ahora seguimos en las mismas nomás que a nivel CONCACAF, la sociedad mexicana vio con buenos ojos la llegada como entrenador de la selección mexicana de Hugo Sánchez, quien curiosamente triunfo como jugador en España y se auto postuló como salvador de la selección quien a llegado a decir que seremos campeones mundiales con guerreros aztecas como jugadores, denostando y criticando duramente a lavolpe y otra ves la burra al trigo no gano ni siquiera la copa de oro a duras penas le gano a un equipo amateur de Cuba, perdió con Honduras y con la mínima diferencia le gano a Guadalupe un país que tiene un poco menos de la población de Tuxtla Gutiérrez 428,000 habitantes, con un jugador sacado del retiro de 42 años, por ultimo perdió la final con Estados Unidos por 2-1 después de exaltar el orgullo nacional de los emigrantes y mexicanos.

¿Qué ha fallado siempre? El aparato de propaganda. Los seleccionados dejan de ser jugadores y se convierten en portadores del orgullo nacional. Y no están preparados para ello. El peso de la responsabilidad es demasiado alto. Y luego vienen los compromisos comerciales que significan millones de dólares, las utilidades de las televisoras, los patrocinios multimillonarios, el altísimo costo de un minuto de publicidad televisiva, el lastre de la agresividad de los narradores de partidos que se dedican a menospreciar o a endiosar. Un narrador puede matar o revivir un partido.
Los intereses creados han minado la autoconfianza de los jugadores de fútbol. Hay veces que los jugadores funcionan no a partir de su conocimiento, técnica y capacidad, sino para la tribuna, para el aficionado, para el narrador y para la televisora. Un juego deportivo que encarna el orgullo nacional de un país no puede estar en manos de los intereses de la televisión donde todo se mueve por la utilidad financiera, por la concentración del ingreso, por el enriquecimiento de dueños y accionistas. Y las empresas patrocinadoras miden resultados por el alza en las ventas, no por el apoyo al deporte y a los jugadores.

Lo malo es que las víctimas son los aficionados y los jugadores, quienes creen ingenuamente que se trata de un deporte. Los jugadores mexicanos, por ejemplo, han sacado victorias no por la técnica o por el apoyo de empresas y televisoras, sino por el propio coraje y el compromiso con la afición. Son jugadores nacidos del pueblo y a él se deben. Pero carecen de fortaleza sicológica para enfrentar desafíos de gran dimensión.
El fútbol comercial ha llevado a la sociedad a una bipolaridad sicológica. Lo malo es que las derrotas son acreditadas a entrenador y jugadores y las victorias se las apropian televisoras y empresas patrocinadoras. Esta historia la volveremos a reescribir en la copa América, Así de injusto es el fútbol.

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