La economía de la infelicidad

 

La economía no es algo ajeno a nosotros. Podría describirse como el tablero de juego sobre el que hemos edificado nuestra existencia, y en el que, por medio del dinero, se relacionan e interactúan tres jugadores principales: el sistema monetario, las organizaciones y los seres humanos. Esta partida está regulada por leyes diseñadas por los Estados. Sin embargo, el poder real reside en los ciudadanos: con nuestra manera de ganar dinero (trabajo) y de gastarlo (consumo) moldeamos día a día la forma que toma el sistema.

Más allá de cubrir nuestras necesidades, a lo largo de las últimas décadas nos hemos convencido de que debemos tener deseos y aspiraciones materiales de cuya satisfacción dependa nuestra felicidad. Las empresas gastan millones de pesos en publicidad para persuadirnos a comprar sus productos y servicios, con el triunfo del hiperconsumismo.

Mientras seguimos asfaltando y urbanizando la naturaleza, conviene recordar que la economía creada por la especie humana es un subsistema que está dentro de un sistema mayor: el planeta Tierra, cuya superficie física y recursos naturales son limitados y finitos. De hecho, creer que el crecimiento económico va a resolver nuestros problemas existenciales es como pensar que podemos atravesar un muro de hormigón al volante de un coche pisando a fondo el acelerador.

Sin embargo, hoy en día es común escuchar a políticos, economistas y empresarios afirmar que «el sistema capitalista es el menos malo» de todos los que han existido a lo largo de la historia. Y que «afortunadamente» ya empiezan a verse señales de «recuperación económica». Es decir, que la idea general es seguir creciendo y expandiendo la economía tal y como lo hemos venido haciendo, sin tener en cuenta los costes humanos y medioambientales. De lo que se trata es de «superar cuanto antes» el bache provocado por la crisis financiera.

Como sociedad no estamos aprendiendo nada de lo que esta crisis ha venido a enseñarnos. De ahí que sigamos mirando hacia otro lado, obviando la auténtica raíz del problema. No nos referimos a la guerra, a la pobreza o al hambre que padecen millones de seres humanos en todo el mundo. Ni a la voracidad con la que estamos consumiendo los recursos naturales del planeta. Tampoco estamos hablando del abuso y de la dependencia de los combustibles fósiles -petróleo, carbón y gas natural-, que tanto contaminan la naturaleza. Ni siquiera del calentamiento global. Estos sólo son algunos síntomas que ponen de manifiesto el verdadero conflicto de fondo: nuestra propia infelicidad.

Cegados por nuestro afán materialista llevamos una existencia de segunda mano. Prueba de ello es que el vacío existencial se ha convertido en la enfermedad contemporánea más común. Tanto es así, que lo normal es reconocer que nuestra vida carece de propósito y sentido. Y también que muchos confundan la verdadera felicidad con sucedáneos como el placer, la satisfacción y la euforia que proporcionan el consumo de bienes materiales y el entretenimiento.

La paradoja es que el crecimiento económico que mantiene con vida al sistema se sustenta sobre la insatisfacción crónica de la sociedad. Y la ironía es que cuanto más crece el consumo de antidepresivos como el Prozac o el Tranquimazín, más aumenta la cifra del producto interior bruto. De ahí que no sea descabellado afirmar que el malestar humano promueve bienestar económico y consumo de drogas.

CUARTO PODER

POLEMICA TAURINA

 

Catón  * Reforma

Amigos y enemigos tiene la fiesta de los toros. Suscita pasión lo mismo en sus aficionados que entre sus malquerientes. Por encima de todas las polémicas, empero, nadie podrá negar los valores de arte que hay en la tauromaquia, ni el gran legado artístico de que ha sido fuente lo mismo en la pintura y la escultura que en la poesía y la música.

El torero, oficiante de un antiguo ritual, bailador solitario de una danza al filo de la muerte, está obligado a crear una obra de arte en el mínimo tiempo que le dan 15 minutos. Efímera es su obra, e inmortal al mismo tiempo. Queda nada más en la memoria -las películas y las fotografías no son la obra: son sólo la imagen de la obra-, pero ahí, en la memoria, permanecen el toro y torero como estatuas que duran un instante, un irrepetible instante.

 Las grandes faenas de los insignes diestros se siguen recordando como si aquí y ahora estuvieran sucediendo. Yo amo a la fiesta de los toros. La amo porque amo al toro, su principal protagonista. Si no hubiera corridas ese hermoso animal desaparecería, pues su razón de ser está en la lucha.

No es que la humana necesidad lo haya enseñado a tener crueldad, como escribió maravillosamente, pero erradamente, don Pedro Calderón de la Barca. Embestir, atacar, está en la naturaleza del toro; es parte de su instinto.

 La pinturera imagen del astado que en su dehesa se lanza contra el tren en marcha es algo más que una metáfora. De mí yo sé decir que si por algún extraño avatar me viera convertido en toro, preferiría morir en el ruedo, bajo la deslumbrante luz del sol, entre olés, y músicas, y aplausos, mi nombre quizá inmortalizado por la faena de un artista, en vez de sufrir adocenada muerte anónima en la sordidez de un rastro. (Esto da material para la reflexión: los toros que se lidian en las plazas tienen nombre; los que van al matadero no). Además en el ruedo tendría yo una posibilidad; una quizá entre cien, pero posibilidad al fin: la de salir indultado de la plaza para volver luego al cortijo a vivir vida de sultán de harén.

 En cambio el fin seguro que para los toros de lidia quieren los enemigos de la tauromaquia -entre los cuales, quiero imaginar, no hay abundancia de vegetarianos- es el destino sin nobleza de la matanza colectiva. Milanesas sí, arte no. Sirva al menos la casta y la fiereza de esos hermosos bovinos para crear tesoros de arte y gloria en esa atávica cita, que tiene la misma edad del animal y el hombre, donde se simboliza la lucha entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal, entre Eros y Thánatos, entre la desbordada fuerza del bruto y la afinada inteligencia humana.

Por eso comparto la admiración de Vargas Llosa por la torería; aplaudo por eso la gallarda defensa que hace él de la fiesta. También por eso gozo los deslumbramientos taurinos de Goya y de Picasso, de Alberti y Lorca, de Lara y de Penella; de todos aquellos, en fin, que en la pintura, el bronce, las letras y la música han buscado inspiración en la liturgia y el arte de torear. Ahora la fiesta sufre amenazas de politiquería. La prohibición de las corridas en Cataluña fue más cosa de política -nacionalismo extremo: ¡cuántas necedades se cometen en tu nombre!- que de un sincero propósito de salir por los fueros de «los derechos de los animales». La ley ahí no ha prohibido algunas formas regionales de entretenimiento con los toros, algunas de mayor crueldad y donde el toro no es objeto de respeto, sino de escarnio y befa. No todo, sin embargo, es interesada simulación de piedad con miras de política. En abril de este año, Francia, que ciertamente no es un país de irracionales, inscribió la tauromaquia en la lista de los bienes que forman su patrimonio cultural inmaterial.

 En otros países -España y México entre ellos, desde luego- hay ya iniciativas tendientes a conseguir el mismo reconocimiento a su honda tradición taurina, que es parte de su cultura y su legado artístico. Apoyaré ese esfuerzo, pese a las diatribas de los enemigos de la fiesta, que suelen ser más virulentos y agresivos que el más encendido aficionado. Lo apoyaré porque pienso que defender la fiesta de los toros es pugnar por la conservación de una de las más bellas especies animales que en el mundo existen: el toro de lidia… FIN.

JUSTICIA DIVINA A LA MEXICANA

Julio Hernández López  * La Jornada

Divinidad de justicia

 • Cofradía de impunes
• Onésimo-Salinas-Valls
• Hankismo clerical

Podéis ir en paz, la transa ha terminado (al menos en esta instancia, a reserva del resultado posterior de la anunciación, ya hecha, de un recurso opositor ante las alturas judiciales). Divinidad de justicia, la mexicana: Onésimo, el obispo de la opción preferencial por los millones (obviamente, de dólares), libra las acechanzas de la malignidad litigante que pretendía arrebatarle el esforzado fruto de su esfuerzo, es decir, no las limosnas y las contribuciones eclesiales en sí, sino la colección de arte que el excorredor de bolsa, entonces compañero del joven Carlos Slim Helú, logró transferir de las agónicas manos de una rica anciana a las propias de ese suertudo jefe de la feligresía católica de Ecatepec que para justificar las presuntas transacciones dolientes hubo de soltar la tesis exculpatoria de que había hecho un etéreo préstamo por 130 millones de dólares (¿salidos de dónde?), que en triangulación celestial acabaron dándole en propiedad las obras de arte que son motivo del pleito que en principio un juez consideró adverso al obispo de la gran vida, por lo cual debería habérsele girado una orden de aprehensión que en una primera etapa fue frenada porque providencialmente al inminente reo le llegó una oportuna afección cardiaca que le recluyó en una habitación de lujo de un hotel de primer nivel del que el bendito coleccionista salió cuando ya no había peligro, para reintegrarse a su cotidianidad de cinco estrellas en la que ayer fue informado del milagroso resolutivo de dos magistrados contra uno que echaron atrás la pretensión de encarcelarlo y le fortalecen en la apropiación del arte ahora sí ya penalmente a salvo (salvo lo que digan las alturas). ¡Uf!

Pero he ahí que tan bonita historia del triunfo del bien sobre el mal (es decir, del buen arreglo de élite para emitir una mala resolución judicial) se ha topado no nada más con la explicable resistencia de los abogados de la parte afectada, sino incluso con la exhibición de penosas escenas de procacidad política, judicial y religiosa, que hacen pensar en perversiones y retorcimientos de la balanza presuntamente justiciera para servir a los intereses mundanos representados en el famoso banquete chiapaneco de diciembre del año pasado donde el ministro de la Suprema, siempre Corta de Justicia, Sergio Valls, se permitió congregar en festejo cumpleañero a personajes tan polémicos como el diablillo de moda que mete la cola en todo lugar donde puede, el lic. Salinas de G., y el obispo Cepeda que siempre está presente en las fiestas de más alto nivel, llevando el mensaje del Cristo salvador a todos aquellos que por sus excesos de dinero, poder, fama o ambición necesitaren de esa presencia reconfortante.

El ministro Valls, a quien el abogado Xavier Olea acusa abiertamente de haber influido para que los magistrados ayudaran a Onésimo, es un personaje de múltiples relaciones políticas, sobre todo con el priismo del que ha formado parte. Llegó a la Corte gracias a la influencia de Carlos Salinas de Gortari y Diego Fernández de Cevallos y tuvo un papel relevante en el tejido que llevó a la liberación de Raúl, el hermano nuevamente cómodo. Sólo por dar un ejemplo de esas relaciones, léase lo que el reportero Jorge Carrasco publicó en 2009, en el número 1725 de la revista Proceso: «El consuegro de Valls, Marco Antonio Lezama Moo, es el subprocurador de Justicia de la zona centro de la Procuraduría General de Justicia de Veracruz, en el gobierno de Fidel Herrera Beltrán, otro político cercano a Salinas. Valls Hernández y Lezama Moo emparentaron en mayo de 2007, cuando se casaron sus hijos en Cuernavaca. En la fiesta estuvieron Carlos Salinas, Diego Fernández y Peña Nieto. La misa la ofició el obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda, según una crónica del Sol de México».

No hay que ir tan lejos para tener constancia de la pasión por los poderosos que abrasa al obispo coleccionista de arte, y de millones de dólares sin registro concebido. Apenas hace unos días que se dio a la tarea de redactar letras de apoyo para el entonces preso Jorge Hank Rhon, a quien extendió una especie de carta episcopal de buena conducta («Te he conocido como un hombre de ley, que además de cumplir su trabajo ha sido generoso con aquellos que lo han necesitado, me incluyo porque colaboraste para ayudar al pueblo de Ecatepec»). El obispo de Mexicali, José Isidro Guerrero, y el arzobispo asentado en Tijuana, Rafael Romo Muñoz, también expresaron por escrito su solidaridad para con el dueño del Grupo Caliente.

Ahora, en sintonía con su defendido Hank Rhon, y con similares ejes actuantes de poder (Salinas-Peña Nieto), el obispo Cepeda ha ganado una muy sintomática batalla. Es como si los poderosos se empeñaran en demostrar al resto de los mexicanos el tamaño de la impunidad que se puede conseguir o comprar. En Tijuana, en Mexicali y en Los Pinos lo unico que hay es silencio respecto a hechos que en otras circunstancias habrían sido causa de despidos, castigos e incluso sanciones oficiales. Nadie se hace responsable por la aparición en un domicilio particular de miles de cartuchos y 88 armas, dos de ellas presuntamente relacionadas con homicidios, y nadie da la cara por el descompuesto lance de venganza de última hora que el gobierno estatal escenificó pretendiendo enredar al priista xoloizcuintle en el asesinato de una joven, en un patético intento final de mantener en la cárcel al negativamente emblemático Hank Rhon.

  Tampoco hay quien explique de dónde sacó el obispo Cepeda tantos millones de dólares para un presunto préstamo ni cuál fue y es la situación fiscal correspondiente a ese movimiento de dinero. A fin de cuentas, lo que importa es tener las relaciones de poder que permitan seguir disfrutando de esa justicia mexicana que es una preciosura, una auténtica divinidad.

 

VOTO NULO=A MEJORES REPRESENTANTES Y FUNCIONARIOS

La inmensa mayoría de la clase política del sistema de partidos en México incrustados en los tres niveles de gobierno: federal, estatal, municipal y no se diga legisladores federales, estatales y regidores municipales dejan mucho que desear en su desempeño como tal y se parecen en mucho a una tortuga en un poste.

«Si vas caminando por el campo y ves una tortuga arriba de un poste de alambrado haciendo equilibrio»

 

 

¿Qué se te ocurre?

Primero: No entenderás cómo llegó ahí.
Segundo: No podrás creer que esté ahí.
Tercero: Sabrás que no pudo haber subido solita ahí .
Cuarto: Estarás seguro que no debería estar ahí.
Quinto: Serás consciente que no va a hacer nada útil mientras esté ahí.
«Entonces lo único sensato sería ayudarla a bajar.»

Si acudimos a las urnas y anuláramos nuestro voto cuando haya elecciones y el voto nulo rebaza al o los candidatos y pidiéramos que se cumpla la ley electoral cuando así sea y el partido o los partidos revazados por el voto nulo pierdan su registro EN SU DISTRITO  por la aplicación de la ley y la  presión social como está sucediendo en España. Tal vez lleguemos a tener mejores representantes populares y funcionarios y de paso animaríamos a los ciudadanos a votar aunque anulen su voto porque sabrían que su voto cuenta para castigar a los partidos políticos.